MUEREN LOS GRANDES
Algunos definen la música como un pasatiempo, un instrumento de relajación o incluso como algo superficial. Hay quién afirma que es solo la mezcla de sonidos ¡y ya está! Hay más en ella de lo que parece, tal y como afirma Rachmaninoff, compositor romántico: “La música es suficiente para una vida. Pero una vida… no es suficiente para la música”.
Vemos alrededor todo tipo de estereotipos; imitaciones e intentos de resurgir para volver a acaparar la fama y la fortuna. Parece como si los grandes compositores y músicos contemporáneos de los 70’s, 80’s y 90’s hubiesen desaparecido. Es como si su rastro hubiera quedado como vestigio en viejas bibliotecas y en “pedacitos” de canciones actuales.
Como suelo decir, “van muriendo grandes”. Hace poco veíamos acaparar las redes sociales y primeras planas a David Bowie y luego a Prince, dos grandes que sin duda se han ganado el aprecio y la popularidad mundial que tienen. El “camaleón”, como le llamaba la prensa británica a Bowie, había lanzado su último álbum, y dentro de éste la canción “Lazarus”, antes de morir. Prince murió de causas todavía desconocidas el 21 de abril de este año. Para muchísimos un músico que sabía interpretar sus canciones con todos los instrumentos y que inspiró a cualquier otro músico después de él.
Poco a poco la música va bajando del estrato en el que debe estar. Ya se la degrada, e incluso no podemos hablar de lo que sí es música o de lo que no lo es, al ver que desde todos los lados la cultura actual la modifica y la reinventa… pero sin duda alguna habrá música hasta para el fin de los tiempos.
No podemos olvidarnos de los compositores clásicos, ya que de ellos bebieron los géneros posteriores. La fuente clásica se ha tornado en un caudal de cultura inimaginable y lo que tenemos hoy debería ser parte del reflejo de lo que fue la música ayer.